Hace poco se publicó el Perfil del Consumidor 2017, un estudio realizado por la empresa Unimer para El Financiero, donde se estudiaron a 800 hombres y mujeres dentro del GAM. Uno de los indicadores más interesantes fue que el 27% de las personas se les catalogó como un consumidor del tipo “investigador”, quiere decir que indagan sobre un producto antes y después de consumirlo, siendo el grupo más grande.

Ya esto por si solo nos revela el gran trabajo de motivación al consumidor que se ha hecho en los últimos años, de crear consumidores más atentos a sus compras, críticos si se quiere, que comprueban la veracidad de las campañas publicitarias, sin embargo, por raro que parezca el segundo grupo más grande es el de los consumidores “conformistas” con un 22% de las personas que participaron en el estudio.

La diferencia en realidad es poca, un 5% entre los dos grupos más grandes, lo interesante es entonces saber que las campañas publicitarias si son efectivas, la comunicación llega a los consumidores, además de que si esta no llegara, tenemos perfiles de redes sociales, páginas webs y otros medios que dan la posibilidad al cliente de informarse, pero entonces ¿de que sirve estar informado, si el conformismo pesa tanto?

Por un lado pudiéramos pensar, tal vez el resultado de las indagaciones del consumidor le hace ser consiente de la gran calidad de los productos y eso le hace estar satisfechos con ellos, sin embargo como sabemos por experiencia propia esto no siempre es así.

Es más probable aceptar una realidad, informarse sobre un tema, un producto o servicio, una tendencia, estar al día con algo, esto no quiere decir que mis decisiones en torno a ese producto vayan a cambiar, como dice la frase “prefiero malo conocido, que bueno por conocer”, en pocas palabras, esto resume este estudio, conocemos los distintos productos, sus virtudes, defectos, etc, y aún así, preferimos sobre todos los que ya hemos consumido, los productos que para nosotros son tradicionales.

Esto lo comprueba el último y más pequeño de los grupos, el consumidor “exigente” quienes no alcanzan el 12%. Esta actitud la encontramos en consumidores de todo tipo, sobre todo a la hora de hablar de política nacional.

Entonces la preocupación no debe ser el informar por informar, que como vimos ya no va siendo tan necesario que se hagan mayores esfuerzos por comunicar una amplia información sobre los productos, puesto que el consumidor asume su papel de investigador,  lo que si debe acaparar nuestros esfuerzos es comunicar los “elementos de cambio” esos puntos clave que harán que el consumidor si quiebre su decisión hacia una opción fuera de sus estándares de conformidad.

Hay que actuar entonces como con el viejo concepto de las necesidades de consumo, pero trasladado a la comunicación moderna, preguntarnos «¿esto que voy a comunicar, es sólo información o puede generar un cambio de decisión en el consumidor?», esta práctica seguro nos enrumbará hacia nuestros objetivos finales, y además nos ahorrará tiempo a nosotros y a nuestros posibles consumidores.


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